-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.
Hasta cuando padre Almeida: Hace muchos años había en Quito un convento de monjes. Cuatro novicios, después de trepar las tapias del convento , salieron en navidad a comer buñuelos. Entre ellos estaba el novicio Almeida. Avanzaron hasta la Fuente del Sapo. Entraron a una casa. ¡Que sorpresa mas de una docena de frailes allí!. Tocaban la guitarra, se divertían y comían buñuelos.
- No hay nada de malo en todo esto.
- Sí. Pero lo mismo sucedió durante varias noches. Al fin Fray Almeida llegó a invitar a sus compañeros de convento cierta vez, al trepar como de costumbre por un Cristo de manera , éste le preguntó:
- ¿Hasta cuando Padre Almeida?
- Aquél le respondió:
- Hasta la vuelta, Señor...
- Fue basta. A su regreso el Padre Almeida, se hincó delante del crucifijo. Le prometió no salir nunca más. Se arrepintió de sus culpas.
El Penacho de Atahualpa:Cuenta la historia que, vencido y muerto el último Shyri durante la guerra entre caranquis e incas, los jefes del ejército y mas señores del reino de Quito proclamaron, en el mismo campo de batalla, soberana y legítima dueña de la corona a la bella y joven princesa Paccha, hija única de Cacha.
Después Paccha tomaría por esposo al conquistador Huainacápac. Solo por amor y mediante este matrimonio, el imperio de los incas pudo extenderse hacia el norte del Tahuantinsuyo.
Una de sus primeras obras fue el hermoso Palacio Real o Inca huasi, levantado en Caranqui. Dicho palacio cobró fama en seguida, no por la riqueza que guardaba, ni porque allí vivieron Huaynacápac y Paccha al comienzo de su monarquía, sino principalmente porque allí nació Atahualpa.
Desde niño Atahualpa tuvo carácter fuerte. De cuerpo robusto, sus enormes ojos se le irritaba fácilmente cuando sentía cólera. Aprendía sin dificultad todo cuanto le enseñaban capitanes, generales y amautas o profesores.
Viendo Huaynacápac que su querido hijo manejaba con suma habilidad la cerbatana, lanza y otras armas, cierto día le regaló un arco de bejuco y varias flechas de oro. El principito estaba Feliz y orgulloso con el nuevo juguete. De pronto asomó por ahí una guacamaya, ave de preciosos colores: cuerpo rojo, pecho azul y verde, alas también azules y cola roja con azul. Así al instante cargó el arco, apuntó bien, disparó con certeza y la mató.
Saltando de alegría y con la presa en la mano.
La Leyenda de Cantuña: Cuenta la leyenda que en la antigua ciudad colonial de Quito, vivía entre tantos, un indio llamado Cantuña. Hombre hábil en el arte de la cerrajería, carpintería y en especial de la albañilería. Fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del atrio del convento Máximo de San Francisco de Quito.
El indígena comenzó la construcción del atrio pero lamentablemente el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar por lo que Cantuña poco a poco empezó a desesperarse.Llegó el momento en que faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio aún no estaba culminado. Al verse impotente ante la falta del compromiso adquirido, Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él. En esos precisos momentos, se apareció ante el asustado indígena, Lucifer, el amo del infierno.
El miedo y la desesperación se apoderaron de Cantuña al ver la imagen de tan temible ser, el cual con voz profunda y ronca exclamó:
¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes que aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma.
Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato, solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El diablo aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.Inmediatamente los "Diablillos" a órdenes de Lucifer empezaron a construir el Atrio de San Francisco y en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra arquitectónica.Efectivamente, al pasar las horas, el gran atrio estaba culminado. Tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó antes de la media noche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña".
Sin embargo, el diablo al momento de llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud.
¡Un momento! - dijo Cantuña. ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido! En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra.
Lucifer, atónito, vió en instantes como un simple mortal le había engañado de la manera más simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y el diablo sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin su paga.
La fundación indígena de Quito: Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años había un pueblo llamado Cochasquí.
Sus habitantes vieron cierta noche aparecer una estrella fugaz en el cielo. Austados, los indios corrieron a palacio y contaron al Rey lo sucedido. Además, le suplicaron salvarles de la desgracia que dicha estrella anunciaba.
El Rey, que también era sacerdote y brujo, les pidió tener calma y un poco de paciencia.
El lo arreglaría todo con los dioses. Para esto, cogió un vaso de chicha entre sus manos, dijop unas cuantas palabras mágicas y bebió hasta quedarse profundamente dormido.
Una vez despierto, el Rey contó a los cochasquíes lo que había soñado. Los dioses no están enojados con nosotros, les repitió una y otra vez. Pero nos ordenan dejar estas tierras e irnos a otro suelo más rico y hermoso. A fin de señalar ese lugar, lanzó un aerolito, valiéndose de una huaraca. En el sitio donde aquel cayera, allí debería fundar el nuevo pueblo.
Paso a paso fueron siguiendo el camino que recorrería el aerolito, hasta llegar a las faldas del volcán Pichincha. El aerolito estaba enterrado media vara en el suelo. Ese era el lugar escogido parta la fundación indígena de lo que ahora llamamos Ciudad de Quito. Llenos de contento comenzaron enseguida a construir sus chozas y a levantar templos a la luna y al Sol. Después cultivaron maíz, papas y mellocos para alimentarse a así vivir dichosos
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